Uno podría pensar que al dictador norcoreano Kim Jong Un no le queda un solo amigo en el mundo. Su implacable búsqueda de armas de destrucción masiva y su disposición a matar de hambre a su propio pueblo es una locura malvada. La semana pasada incluso la China comunista condenó la cuarta prueba nuclear del líder supremo, a la que el psicópata regordete llamó “el emocionante sonido de la explosión de nuestra primera bomba de hidrógeno”.
Pero Kim no está solo. Todavía tiene a la Cosa Nostra del Caribe, también conocida como la familia Castro, como amigos y aliados. Puede que la Guerra Fría haya terminado hace mucho, pero Cuba sigue respaldando al paria norcoreano.
Este lazo expone a los estadounidenses a graves riesgos. A los analistas les preocupa que Pyongyang esté desarrollando misiles y ojivas que le permitan lanzar una bomba contra Estados Unidos. Pero tener un amigote ideológicamente desesperado a 144 kilómetros de las costas estadounidenses magnifica el peligro. En los últimos 21 o 22 años, Cuba ha intentado contrabandear armas a Pyongyang, ha realizado reuniones de alto nivel con funcionarios norcoreanos y ha conseguido tecnología militar de EE.UU. ¿A alguien se le ocurre conectar una cosa con la otra?
El viernes, los reporteros de The Wall Street Journal Devlin Barrett y Gordon Lubold informaron que el Departamento de Estado se dio cuenta en junio de 2014 que un misil Hellfire había desaparecido y que “probablemente” estaría en Cuba.
Digamos las cosas como son: ese no fue un error de envío como algunos han especulado. Robar tecnología bélica es lo que hacen los espías y apropiarse de una sofisticada pieza de armamento estadounidense es un gran logro para La Habana.
No es descabellado pensar que el régimen compartirá, por un precio, todo lo que se pueda saber sobre el Hellfire —un misil aire-tierra guiado por láser, que puede ser lanzado desde un helicóptero, dron o avión— con sus buenos amigos Irán, Rusia o Corea del Norte, o incluso con otras organizaciones terroristas.
El presidente Barack Obama parece pensar que los Castro han dejado de lado su obsesión revolucionaria de hacerle daño a EE.UU. El robo del Hellfire habría retirado el velo de la ingenuidad hasta a Chauncey Gardiner, el personaje que interpreta Peter Sellers en la película Desde el jardín.
Pero no a Obama. El mandatario ya estaba en plena reconciliación con el régimen castrista cuando el Departamento de Estado descubrió que La Habana tenía el misil. Si hubiera lanzado un ultimátum exigiendo la devolución del misil, las conversaciones podrían haber colapsado.
Así que seis meses después prosiguió con su plan de lanzarle un salvavidas a los Castro, que estaban pasando apuros económicos, al restaurar las relaciones diplomáticas y relajar las restricciones sobre el viaje de estadounidenses a la isla. En mayo, Cuba fue retirada de la lista del Departamento de Estado de países que patrocinan el terrorismo.
El misil es sólo el ejemplo más reciente de las malas intenciones que aún alberga Cuba. En julio de 2013, las autoridades del Canal de Panamá descubrieron 240 toneladas de armas, incluyendo aviones de combate y misiles, escondidos bajo un cargamento de azúcar a bordo de un barco norcoreano que había salido desde Cuba y se dirigía a Corea del Norte.
El gobierno cubano trató de restarle importancia el incidente, llamando a las armas anticuadas. No obstante, el comité de sanciones a Corea del Norte de la ONU dijo que el envío demostraba “un intento por evadir las sanciones de la ONU” y que era “consistente con intentos previos” de Pyongyang de “transferir armas y materiales relacionados a través de tácticas similares en contra de las prohibiciones del Consejo de Seguridad”.Samantha Power, embajadora estadounidense ante la ONU, lo llamó un “intento cínico, escandaloso e ilegal” de los dos países para evitar las sanciones de la ONU.
En los 13 meses transcurridos desde el anuncio de Obama de que reabriría la embajada estadounidense en Cuba y usaría decretos ejecutivos para debilitar el embargo sobre la isla, Cuba ha declarado su lealtad a Corea del Norte en varias ocasiones.
En marzo de 2015, según la agencia estatal de noticias de Cuba, el ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte visitó La Habana y le recordó a los cubanos que ambas naciones “comparten una historia de luchar juntos en la misma trinchera contra el imperialismo norteamericano, que sigue hasta hoy día ejerciendo presiones económicas contra nuestros países”. La agencia de noticias también informó que el ministro llevó “un mensaje de Jong-Un para expandir y fortalecer” las excelentes relaciones entre los dos países.
En junio de 2015, Raúl Castro recibió a Kang Sok Su, secretario de Relaciones Internacionales del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte. Kim recibió en septiembre al vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel en Pyongyang. Granma, el diario estatal de la isla, informó que Kim envió un “saludo afectuoso” a los Castro durante la visita y agregó que Díaz-Canel y Kim analizaron las estrechas relaciones de los dos países y la cooperación mutua.
Esto debería preocupar a los funcionarios de seguridad nacional de EE.UU., pero Obama está ocupado de su legado. No estoy segura por qué: es el primer presidente estadounidense en inclinarse ante un rey saudita, el primero en abrirle la puerta a Irán para que obtenga una bomba atómica y el primero en apuntalar a los Castro pese a que tienen un misil Hellfire robado. Su lugar en la historia ya está seguro.
Fuente: Wall Street Journal