El más reciente escándalo que aflige a la administración del presidente de los Estados Unidos Barack Obama es el intercambio de cinco terroristas talibanes detenidos en la prisión militar de Guantánamo a cambio de un sargento del ejército de EU capturado en Afganistán en circunstancias peculiares.
Con la inmodestia que se ha hecho marca de su gestión, Obama ignoró la ley que lo obligaba a informar al Congreso de cualquier intercambio de prisioneros, y celebró en una ceremonia con los padres del sargento Bowe Bergdahl en la Casa Blanca, la liberación de su hijo, lo que causó un escándalo mayúsculo en las fuerzas armadas.
Resulta que Bergdahl es, en el mejor de los casos, un desertor que un día hace cinco años decidió que la guerra en Afganistán no le gustaba, y salió caminando sin rumbo claro hasta ser capturado por los talibanes, aunque también hay la versión de que su intención era cambiarse de bando y apoyar al enemigo talibán en su guerra santa.
El otro problema de este intercambio es que deja en libertad a cinco comandantes de rango importante entre los talibanes, dos de ellos acusados de cometer crímenes de guerra, que en la opinión generalizada de los expertos regresarán al campo de batalla a continuar su lucha contra Estados Unidos y sus aliados en Afganistán.
El trueque de prisioneros pone en entredicho el principio de que EU “nunca negocia con terroristas” que sus líderes no tienen empacho en repetir, y genera incentivos perversos para que los numerosos enemigos de EU, no solo en Afganistán sino en el mundo entero, recurran al expediente de secuestrar rehenes de ese país.
Tratar a un presunto desertor como héroe en la malhadada ceremonia en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, se vio agravado por los dichos de Susan Rice, la asesora para Seguridad Nacional de Obama, quién apareció en programas noticiosos de TV declarando que Bergdahl había servido a su país “con honor y distinción.”
Frases ceremoniales como esa tienen un significado muy específico entre los militares, que no las toman con la liviandad con la que Rice y otros altos funcionarios de la administración lo hacen, pues pertenecen a códigos castrenses indispensables para mantener la lealtad y disciplina entre las fuerzas armadas.
Hay que recordar que Rice tuvo otra infortunada aparición televisiva cuando salió a afirmar que el asalto al Consulado de EU en Bengasi, Libia, que costó la vida al embajador de EU en ese país y de varios funcionarios más, no había sido un ataque terrorista sino que fue motivado por un documental filmado en California burlándose de los musulmanes y sus símbolos religiosos más sagrados.
Esa especie, que pronto se demostró que era completamente falsa, coincidía con la narrativa de la campaña de reelección de Obama quien no se cansaba de repetir que el terrorismo estaba bajo control desde la ejecución de Osama bin Laden. Este tema es objeto de investigación por el Congreso pues hay indicios de que llevan a la Casa Blanca con evidencia de mentiras y encubrimiento, lo que sería fatal para el gobierno.
En el asunto Bergdahl la Casa Blanca ofendió por igual a miembros del Congreso de ambos partidos políticos, al ignorar la ley que la obligaba a solicitar su autorización para intercambiar cautivos, y a la comunidad militar al violentar sus códigos más augustos e inventar una historia de heroicidad alrededor de un presunto desertor.
Además, puso en evidencia que la administración de Obama, integrada a sus más altos niveles por gente menor, no tiene capacidad de juicio y opera sin ningún razonamiento crítico que ponga en entredicho “lo que diga el jefe,” como lo dejó en claro el secretario de Defensa Charles Hagel quien afirmó que Obama “estaba firmemente convencido de tener la razón (sobre este tema)…, y yo también.”
Obama agregó, tratando de dar nuevas explicaciones sobre el intercambio, que “esto es lo que pasa al final de las guerras,” dando por terminado el conflicto en Afganistán cuando en su propio calendario falta más de un año para evacuar a los 30 mil soldados de EU que todavía se encuentran en pie de guerra en ese país.
El daño político auto-infligido por la petulancia y torpeza de Obama en este caso, se suma a los muchos otros escándalos no resueltos que harán virtualmente imposible que las piezas esenciales de la agenda para su segundo período, que requieren de la aprobación del Congreso, empezando por la reforma migratoria, puedan aprobarse.
Fuente: Asuntos Capitales (México)