Alejandro Chafuen es un economista argentino radicado en Estados Unidos, preside Atlas Network, una organización sin fines de lucro con sede en Washington dedicada a la divulgación de las ideas del libre mercado. La semana pasada estuvo en Montevideo para unas conferencias.
Alejandro Chafuen está muy relacionado con el gobierno de Donald Trump. En su opinión, al presidente de Estados Unidos no se lo puede definir como liberal o proteccionista, y considera “muy peligroso” el intento de algunos intelectuales norteamericanos que están tratando de crear la “doctrina Trump”. En diálogo con El País, Chafuen analiza además qué puede esperar la región de Trump.
—¿Qué balance hace de estas primeras semanas del gobierno de Trump?
—Lo más llamativo para el mundo de la política es que está haciendo lo que prometió. Lo más negativo, sus primeros tropiezos en tratar de avanzar con parte de la agenda, y la discusión sobre las acusaciones de injerencia extranjera en las elecciones.
—¿Había alguna duda de que no fuera a cumplir lo que prometía en la campaña electoral?
—Se fue moderando en algunas cosas. Se cubría, decir esto lo propongo pero tiene que pasar por el Congreso, no sé si lo voy a poder hacer. El hecho de querer castigar con tarifas de importación, al principio iba dirigido a un país específico que era México, y rápidamente le dijeron que no podía hacerlo. Un tema que le ha costado caro es el de la emigración. Muchos políticos sin ser deshonestos a veces prometen cosas que después cuando ven los informes de inteligencia de la gente que está en el campo, ven los informes económicos, cambian.
—Da la sensación de que Trump quiere manejar el gobierno como lo hacía con su grupo empresarial.
—Correcto, y eso es natural en la mayoría de los seres humanos que extrapolan lo que los llevó a ser exitosos. Esa lealtad absoluta que tiende a existir en el mundo empresarial, especialmente en una empresa con un solo dueño, es completamente distinto a lo que existe en las burocracias, sobre todo en los puestos donde uno no puede despedir gente, los puestos más políticos. Trump no es un ideólogo.
—¿Quién es el ideólogo de Trump? ¿Steve Bannon?
—Bannon es una de las personas que más influye. El esposo de su hija Ivanka, Jared Kushner, también. Pero usa a muchos. Es como cuando uno va a construir un edificio. ¿Qué hace? Contrata a los que más saben en cada área. Él sabe delegar, y respeta. Pero es el que toma las decisiones. Parte de los problemas que está teniendo es que nunca ha estado en el gobierno. En economía, lamentablemente, tiene a Peter Navarro (NR: dirige el Consejo Nacional de Comercio), doctor en Harvard, que muchos definen como una persona muy buena, afable, pero con ideas económicas muy peligrosas. Yo creo que el comercio libre lleva al crecimiento y desarrollo de los pueblos de forma sana, y entonces cuando el asesor es malo y Trump lo escucha, estás en problemas.
—¿Trump es liberal o proteccionista? ¿Se lo puede etiquetar en alguna corriente?
—Trump es Trump. Cuando hace un presupuesto con reducción de enormes gastos en muchas áreas, usted dice que es un liberal. Pero después cuando quiere ayudar a la industria interna con tarifas aduaneras, es un proteccionista. Me parece a veces peligroso lo que está pasando en Estados Unidos. Mucha gente que era anti Trump está elaborando ahora la “doctrina Trump”. Uno de ellos es un escritor muy famoso de la derecha en Estados Unidos que se llama Victor Davis Hanson. Todos esperábamos que algo iba a hacer Trump en materia proteccionista, pero todos esperamos que no lleve a un contagio negativo. Hasta las grandes agencias de inversiones están siendo cuasi eufóricas porque piensan que no va a predominar la doctrina de Peter Navarro, que sí es más proteccionista, con una posición muy agresiva contra China desde el punto de vista económico. Si él fuese el único gurú económico de Trump, yo estaría muy preocupado.
—¿Qué puede esperar América Latina de Trump?
—Latinoamérica había casi dejado de existir de Colombia para abajo para Estados Unidos. Cuando viene el ataque a las Torres Gemelas, el esquema del presidente Bush era: China el gran peligro —ahora de vuelta está esta doctrina—, Latinoamérica nuestro gran socio, y vamos a tratar de ser amigables con los musulmanes. El 11/S cambia todo eso. Abrumados por la situación comienzan a descuidar a Latinoamérica. Argentina trata muy mal al presidente Bush, que es muy bien tratado por Lula, así que Brasil se encargue del resto de Sudamérica, y Estados Unidos se preocupa del tema de la droga de Colombia para adelante. México es el país más relevante para Estados Unidos. Ocho días de comercio de México con Estados Unidos equivalen a todo el comercio que tiene Argentina durante un año. Argentina tiene un déficit comercial con Estados Unidos, entonces Trump no lo va a jorobar, además tiene un presidente que también es empresario y no un ideólogo. Los líderes de Latinoamérica tienen que tratar con Estados Unidos como si fuera una cuestión de negocios. En temas de defensa y seguridad, Estados Unidos seguirá aliado a sus tradicionales aliados. Estados Unidos tiene gran esperanza en Argentina.
—¿Y cómo observa la situación en América Latina?
—La desaceleración económica en América Latina hace más difícil cumplir promesas políticas a muchos candidatos, y esto está creando en casi todos los países cambios más hacia el centro. En Ecuador si llega a ganar el candidato de la oposición Guillermo Lasso va a ser muy difícil que Evo Morales en Bolivia o Maduro en Venezuela puedan continuar con Cuba haciendo las cosas tan mal como algunos de nosotros pensamos que las están haciendo. Desde el punto de vista fiscal en los últimos años en América Latina se han hecho las cosas mejor. Son pocos los países con inflaciones muy altas; Argentina y Venezuela son los peores. Ha habido una especie de moderación en temas de economía. Hemos aprendido que la economía no tiene lugar en un vacío, que se mueve en un estado de derecho. Así como lo más peligroso que está pasando en las Américas es este diálogo feo con México, lo más positivo para mí es lo que está pasando en Brasil con el caso Odebrecht. Porque si Brasil comienza a respetar las reglas de juego, le va a pedir a todos los demás que lo hagan.
Fuente: El País (Uruguay)